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viejunotramposo

Arrecife, año 2035. El comisario de policía asiste atónito a un interrogatorio. El detenido, un anciano de pelo desaliñado, le mira desafiante, como diciendo: tú no sabes con quién te estás metiendo. Llega el informe.

Por decimocuarta vez en lo que va de año, el viejo se había ido sin pagar el desayuno de Ginory, se coló en la guagua a media mañana, huyó por la puerta del museo antes de pedir la cuenta tras almorzar en el Castillo de San José, logró entrar gratis en el cine por la tarde aprovechando un descuido del acomodador y por la noche salió corriendo de la terraza de Los Conejeros después de tragarse una ensalada divertida, un revolcón de papas bonitas y una carne de cochino con perdón.

Mientras el policía le leía su historial del día, el viejo se retorcía en la silla haciendo gestos de contrariedad y escupiendo continuamente al suelo. “Putas leyes, putos papelitos, siempre falta un puto papelito”, repetía por lo bajinis una y otra vez, muy enfurecido.

El agente, al fin, le dijo: “Es la última vez que le advertimos. Lo que usted hace se llama infringir la ley, no son meras cuestiones formales como nos dice siempre. Me da igual si fue usted un periodista muy importante o si almorzaba cada semana con el hombre más rico de la isla. Deje de delinquir o nos veremos obligados a encerrarle, señor Coll”.

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