Nuevo rifirrafe en el Pleno del Cabildo entre defensores y detractores de Locke y Rousseau

“PIDO UN RESPETO AL RACIONALISMO DEL SIGLO XVII”, LLEGÓ A DECIR ARRÁEZ

Lo que iba a ser un Pleno monográfico sobre la incautación de la desaladora de Montaña Roja acabó convirtiéndose en uno de los debates más intensos que se recuerdan en el Cabildo de Lanzarote y desveló la profunda división existente en la primera corporación entre racionalistas y humanistas. La acusación lanzada contra el presidente sobre su querencia hacia lo privado frente a lo público abrió la caja de los truenos, y San Ginés sacó toda su artillería intelectual para defender sus posicionamientos: “Lean a Voltaire y a John Locke y después hablamos en serio”, espetó a la oposición.

Fue el consejero de Turismo, Echedey Eugenio, quien recordó un texto de Voltaire en el que se defendía la actual división social: “Es inevitable que la humanidad debe estar dividida en dos clases: los opresores y los oprimidos. Afortunadamente, la costumbre, la necesidad y la falta de ocio impiden a la mayoría de los oprimidos darse cuenta de su condición”, dijo Eugenio citando al filósofo francés. “Y esto no lo digo yo, ni lo dice Lancelot Televisión ni lo dice ningún informe de Ignacio Calatayud, lo dice el propio Voltaire”, sentenció Echedey.

A partir de entonces la discusión se volvió más agria y la tensión iba en aumento. El portavoz del Partido Popular, Ángel Vázquez, salió en esta ocasión a defender las tesis de Coalición Canaria asegurando que “han sido miles los filósofos e intelectuales que han defendido y argumentado la necesidad, e incluso el origen divino, de la propiedad privada. Y comparto con el presidente que fue John Locke, junto con Thomas Hobbes, quien hizo las mejores aportaciones en este sentido allá en el siglo XVII”.

El consejero de Ciudadanos, Benjamín Perdomo incluso citó de memoria un texto de Locke en el que afirmaba que “Dios dio el mundo a los hombres en común; pero desde que él lo dio para su beneficio y para mayores ventajas que fueran capaces de derivar los hombres de los bienes de ese mundo, no puede suponerse que Dios quisiera que se mantuviera en común y sin cultivarse. El los dio para el uso del industrioso y racional y no para el capricho y codicia de los pendencieros y perezosos”. Para Perdomo, “es evidente que Dios es de centro-derecha y que si pudiera votaría a Ciudadanos”.

Otro de los momentos duros del debate llegó cuando el consejero del PIL, Manuel Cabrera, expuso sus matices al respecto de las tesis racionalistas, lo que incluso hizo pensar a algunos que peligraba su continuidad en el grupo de gobierno. Y es que Cabrera recordó la influencia que tuvo en el siglo XIX la definición burguesa de tiranía, defendida por Locke, que normalizó en aquella época que se acusara de tiranos a quienes, en defensa del pueblo, trataron de poner límites al derecho de propiedad y a los abusos de los propietarios. “No puedo sino sacar a colación a hombres como Jackson, Lincoln y Franklin Delano Roosevelt, que fueron acusados de dictadores por las clases capitalistas norteamericanas, o a Nariño y Simón Bolívar que lo fueron igualmente porque se atrevieron a creer que el Estado tenía un fin más elevado que el de custodiar las “libertades” de los grandes propietarios y que los humildes y desposeídos también tenían derechos. Lo mismo que hemos visto ahora con Venezuela”, argumentó con pasión el consejero del PIL.

Al hilo de las palabras de Cabrera, los grupos de la oposición criticaron con dureza las teorías de Locke y defendieron las ideas renovadoras que llegaron en el siglo XVIII. Tomás Lopez aseguró que “el derecho, la moral, la filosofía, las leyes y el Estado fueron y son instrumentos de los grandes negocios, y esa era toda la emancipación que ofrecían a la humanidad los voceros intelectuales de la Edad de las Luces, cuyo supremo logro consistió en dejar a los desposeídos y a los humildes a merced del rapaz y desenfrenado afán de lucro de las clases acaudaladas. Que los intelectuales se hubieran convertido en simples representantes de la burguesía, como pasa con Félix Hormiga, es uno de los hechos más lamentables de la historia de Occidente”.

El doctor Sosa agradeció que surgiera esta discusión “porque es un tema muy frecuente en nuestras reuniones en Nueva Canarias” y fue más allá al poner encima de la mesa de debate la figura de Jean-Jacques Rousseau, que, según aseguró “destrozó el racionalismo y sentó las bases de las democracias modernas, más humanas y avanzadas”. Según Sosa, "Rousseau dio una nota discordante en la época y en el ambiente de la Edad de las Luces, ya que dirigió sus miradas al porvenir de la humanidad y en vez de construir doctrinas para justificar las injusticias presentes, como lo hicieron sus colegas, se lanzó a explorar las vías que podían permitir a los hombres la conquista de la felicidad en el porvenir. Con justicia se reconoce a la personalidad volcánica de Rousseau, el despertar de una idea destinada a cambiar el rumbo de la cultura de Occidente: la idea de Felicidad”.

Finalmente, Luis Arráez pidió “un respeto para el racionalismo clásico del XVII”, al que considera que “tampoco hay que demonizar”. Arráez afirmó que “Rousseau fue el gran precursor de los del no a todo, y algunos estudios apuntan a que detrás de sus teorías revolucionarias se escondían los intereses de un despacho de abogados y una conocida institución cultural de la época”.

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