Elena Martín dice ante el juez que no sabía que se referían a su padre cuando hablaban de “Dimas el caníbal de las comisiones”
“NO SÉ SI SE HICIERON LAS OBRAS. YO USO MI CABINA DE TELETRANSPORTE PARA LLEGAR A MI DESPACHO CADA MAÑANA”, CONFESÓ LA ACUSADA
La declaración como acusada de Elena Martin en el juicio por la pieza 12 del caso Unión dejó momentos inolvidables. La hija de Dimas Martín, responsable de la Oficina de Contratación en la época del saqueo del Ayuntamiento de Arrecife, ofreció una interpretación sobria pero intensa, cargada de esa rabia que irradian quienes tienen la firme convicción de que las instituciones públicas están para lo que su familia estime conveniente.
Uno de los momentos álgidos de la intervención de Elena Martín tuvo lugar cuando el fiscal recordó la conversación en la que Ubaldo Becerra decía que ya había hablado “con Dimas, el caníbal de las comisiones”. Elena aseguró que “con esa descripción yo no podía saber que hablaban de mi padre” y que “quizá” si se hubiesen referido a él como “el de las nueve condenas judiciales por corrupción” o “nuestro Dios” tal vez sí habría podido intuir que hablaban de él.
Preguntada por los contratos adjudicados y acerca de si sabía si se realizaron las obras o no, Elena Martín afirmó que no sabe nada de lo que pasa en Arrecife. “Yo vengo a trabajar a Arrecife porque no me queda otra que venir a esta mierda de ciudad, pero siempre lo hago en la cabina de teletransporte que me regaló mi padre con lo que se llevó del complejo agroindustrial. Así que yo me meto en una cabina que tengo en el cuarto de baño y aparezco automáticamente en mi despacho del Ayuntamiento. El resto de la ciudad procuro no pisarla nunca porque me da asco”, reconoció la acusada.
Tras declarar Elena Martín y recibir los besos de su padre, éste le cuchicheó al oido: “Muy bien hija, muy bien, pero... ¿me trajiste lo que te pedí? La vida en la cárcel es muy dura y sigue habiendo quien me pide más de lo que yo puedo dar, y más a mi edad”. Elena Martín (momento que recoge la fotografía) le sonrió, metió la mano en su bolso y sacó el encargo de su padre ante la atenta mirada de Juan Francisco Rosa, que parecía decir “¡Eh, que rulen esas pirulas!”.
Comentarios