La estrategia estaba perfectamente diseñada: los millones para nosotros y los daños colaterales para el grueso de los conejeros, esos pobres infelices que no saben ni atracar un yate en un puerto deportivo.
Poco a poco el puzle insular se va montando a base de ciudadanos responsables que denuncian, periodistas empeñados en hacer bien su trabajo, y una operación policial y judicial de primer orden. Enfrente, otro equipo de periodistas con intereses bien diferentes, un rebaño de políticos sin escrúpulos, empresarios que no entienden de leyes y abogados que entienden demasiado.
En este gran musical que estos canallas llevan décadas representando en Lanzarote no falta de nada, y poco o ningún margen les queda ya para ocultar sus vergüenzas a una opinión pública que asiste perpleja al destape de las cloacas del poder en la peor de sus versiones. La guinda a las últimas detenciones la puso Paulino Trilero con unas declaraciones que pasarán a la posteridad: estoy cansado de este tipo de operaciones muy llamativas que no terminan en nada, dijo este esperpento político como si fuese el mismísimo abogado de estos miserables.