Él mismo reconoce que era un maestro del ligoteo. Uno de esos estudiantes universitarios populares y buenos deportistas que atraían de manera natural a las chicas. Lo que nunca había confesado hasta ahora Fofi es que en su juventud sufrió un extraño fenómeno: de vez en cuando se le aparecía un actor famoso, ya fallecido, para darle consejos sobre el siempre complejo mundo sentimental.
La primera vez que se le apareció fue a los 18 años, cuando Fofi miraba aún a las mujeres como si fuesen seres inalcanzables y llenos de misterio, como diosas de lo desconocido. Lo recuerda perfectamente. Un hilito de baba comenzaba a caer de su boca mientras miraba a una compañera de clase cuando sintió un empujón: “Niño, como no espabiles te vas a casar a los 60, como un servidor”. Al principio creyó que estaba soñando, pero era ese actor tan conocido el que le hablaba. Poco a poco se fue acostumbrando a su presencia.
Se le aparecía siempre que Fofi salía de ligoteo y lo notaba inseguro, es decir, cada vez que salía. “Niño, que se te están poniendo los ojos saltones de tanto mirar a las chicas”, le dijo una vez. “Niño, como sigas así te voy a llevar a mi pueblo para que practiques allí con la Francisca”, le dijo otra. Su voz le resonaba en la cabeza y le parecía estar dentro de las películas del actor.
Entonces fue cuando cayó en la cuenta. “¡Hostia!, me está pasando como a Woody Allen en la película 'Sueños de un seductor'”, pensó Fofi, que había visto esa peli hacía poco y no le había hecho ni pizca de gracia. Lo que nunca llegó a entender es por qué, con la cantidad de galanes que había parido el cine, justo a él le tenía que tocar que quien se le apareciera para darle consejos sobre el noble arte de la seducción fuese el grande, el inimitable, el único... Paco Martínez Soria.
Comentarios
Por cierto la foto es de verdad yo estudié en Madrid con el e iba siempre vestido así con melena incluida.