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Creado en 20 Noviembre 2012 0 Comentarios

El empresario del amor

antoniobrufau

Es presidente de Repsol desde 2004, y en su última entrevista ha mostrado su lado más humano. Antonio Brufau (Mollerusa, 1948) ha reconocido que el debate sobre las prospecciones en Canarias le “entristece” porque no le parece “muy constructivo”.

Y es que los intentos de Repsol por convencer a la sociedad canaria de las bondades de las prospecciones no han tenido éxito. “No termino de entenderlo. Tenemos controlado el poder político a nivel estatal, que es donde nosotros nos movemos mejor. Tenemos controlado el poder mediático, al mismo nivel. No sé qué pasa entonces para que la gente de estas islas no acepte que tenemos razón y que lo mejor es permitir que perforemos el subsuelo. Es una aberración que va en contra de cualquier lógica capitalista, y hasta que alguien demuestre lo contrario vivimos en un país aconfesional en la teoría pero neoliberal en la práctica”, confesó Brufau.

Tras repasar diferentes asuntos de actualidad de la compañía, el presidente de Repsol dedicó el resto de la entrevista a contar aspectos más personales de su vida cotidiana. Repasamos algunas de esas declaraciones.

“Poca gente sabe que cada noche lleno una de mis jacuzzis de crudo y me sumerjo en ella. La sensación del petróleo burbujeando en mi piel es indescriptible, y a mis 62 años no necesito nada más para mantener mi cutis terso y una vida sexual plena e intensa. Hay mucha maledicencia respecto a los peligros del petróleo y yo soy la prueba viviente de ello”.

“Sé que muchos desconfían de mí y de Repsol porque gano millones al año y porque la compañía ha ensuciado un poco algunos lugares. Pero si la gente supiera con detalle en qué casa vivo, lo que desayuno, qué coche tengo, el color de la tapicería de mi jet privado, con quién me codeo a diario, la suavidad de mis sábanas de terciopelo… entonces todo sería diferente porque me envidiarían hasta un extremo que les sería imposible odiarme aunque llenara de piche hasta el último centímetro cuadrado de las playas canarias. El olor del poder supremo embriagaría a cualquiera”.

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