Hay fotos que dicen más que mil artículos, y esta es una de ellas. Debía correr el año 2000, año arriba año abajo, y cada personaje de la imagen expresa tanto que no haría falta ni comentar la magnífica foto de Sergio Betancort, colgada en la web memoriadelanzarote.com.
Pero ya que estamos, vamos a hacerlo. El protagonista absoluto (de la foto y, desgraciadamente, de la política insular en los últimos 28 años) es Dimas Martín. Su gesto lo dice todo, transmitiendo esa mezcla de desprecio y burla con la que ha tratado siempre a sus adversarios políticos en particular y a la sociedad de Lanzarote en general. Mira a Segundo Rodríguez como pensando “cómo me gusta tratar con esta panda de indocumentados”.
Segundo, por su parte, mira a Dimas con la devoción de un pastorcillo al niño Dios. Es fácil adivinar que su culo gotea Pepsicola mientras se imagina los nuevos negocios que podrá hacer teniendo un socio como el líder del PIL. Los dos saben ya lo que es estar en la cárcel, Dimas con celda reservada desde hace tiempo, y Segundo recién descubierto gracias a la Operación Unión.
Entre ellos, en primer lugar, aparece Enrique Pérez Parrilla, que parece estar apretando en la mesa el botón de su autodestrucción. No debe ser casual que lo haga, además, con el dedo corazón, teniendo en cuenta que, por segunda vez, y no sería la última, volvía a dar alas al partido de delincuentes que siempre fue el PIL. Con su mirada a Segundo parece estar pensando esa frase tan usual entre compañeros de partido: “da asco, pero en el fondo es buen chico”.
Más al fondo parecen adivinarse las figuras de Juana Hernández y Miguel Ángel Leal, otros dos grandes elementos del PSOE que aprovecharon su paso por la política para llenarse los bolsillos y dejar a su partido y a la isla un poco más podridas de lo que las encontraron.
A la izquierda, entre cámaras y fotógrafos, un joven Pedro San Ginés observa la escena y toma nota de lo que hay que hacer para llegar al poder. Uno, no tener escrúpulos para pactar con la mafia. Dos, tener buenas relaciones con el poder económico para servirle y servirse de él. La lección la aprendió de maravilla.